Angie Cuba
Siendo oficialmente mi primera entrevista como parte del equipo, no tenía ni idea qué esperar. En una típica mañana bogotana, entre sol, calor y llovizna, nos encontramos con Angie Cuba para escuchar su historia. Desde el primer segundo me imaginé que sería una historia interesante porque con el apellido “Cuba” se me vinieron comentarios a la cabeza que seguro muchas personas han utilizado para “romper el hielo” con Angie o hacer alguna broma sobre su país de origen. ¿Tal vez su apellido indicaba que era cubana y no venezolana? Efectivamente, lo primero que nos contó Angie fue que su apellido es venezolano, falcón, pero siempre le preguntan si es cubana y sabe que su apellido es muy controversial.
El amor que Angie tiene por su país es evidente y conmovedor. Tanto así, que ella misma parece no concebir su historia personal, su vida y su misión sin entrelazarla con la historia de Venezuela. Creció en Caracas, en medio de una familia con un amor igual de grande no solo por su país, sino por el servicio público. Su mamá es jubilada de la Asamblea y Angie creció en medio del gusto por la política y los asuntos públicos. Enmarcando su proyecto en ese amor por lo público, estudió Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela y, aunque no era obligatorio, decidió hacer sus prácticas en la Asamblea en el tiempo del gobierno interino, trabajando en la Comisión de Política Interior y haciendo seguimiento a los derechos humanos.
De ahí pasó a trabajar con un político con quien pudo hacer giras por toda Venezuela y “tener una visión más amplia de la política y de la vida”. Similar a como yo misma describiría a Bogotá con respecto al resto de Colombia, Angie describe a Caracas como una especie de burbuja: “cuando sales al interior te das cuenta de las necesidades tan bravas que tienen todos en el país. Eso despierta en uno un sentimiento social”. Con esa pasión, trabajó en paralelo con una organización que documentaba crímenes de lesa humanidad y fue muy fuerte para ella escuchar las historias de vida de otros venezolanos y cómo el estado venezolano ha afectado la vida de miles de personas en Venezuela.
Esa fue la vida de Angie en Venezuela. Dice que la idea de migrar no estuvo tan presente en su cabeza e incluso trabajando en política nunca sintió que su seguridad estuviera en peligro. “Yo siento interés por la política y los asuntos públicos pero nunca he tenido un papel de protagonista, nunca he sido activista. Más bien me identifico con el trabajo tras cámara, con el trabajo de hormiguita y eso es lo que a mí me llena. Entonces, honestamente, nunca he tenido miedo por mi seguridad. Porque justamente no he tenido una cara visible”.
Al contarnos que migró a Colombia por trabajo, me conmovió, una vez más, ver su enorme compromiso con su país y su amor por el servicio público. “Yo decía que para poder irme de mi país, yo necesitaba trabajar en algo que me hiciera estar cerca de él. Gracias a Dios, Dios me escuchó y conseguí un trabajo en el que puedo trabajar para Venezuela y estar pendiente de todo lo que pasa, de las noticias. Es como que vivo en otro lugar, eso aumentó mi calidad de vida, pero sigo conectada con Venezuela y eso es algo que me mueve muchísimo”.
Angie llegó a Bogotá en marzo de este año. Aunque había venido a Bogotá varias veces por trabajo, dijo que eso no se compara con la experiencia real de migrar. “No es lo mismo estar aquí fijo que estar yendo y viniendo. Creo que esa es una postura más fácil de la migración. Pero sí, ahora una vez que migras, sí ves todo lo que significa migrar y los desafíos de estar en un país que no es el tuyo”. Nos compartió los retos a los que se ha enfrentado, desde regularizar su situación migratoria hasta contratar un servicio de internet para su casa. Aunque dice que Bogotá, y que Colombia en general, puede ser quizás un lugar difícil para el migrante recién llegado, insistió en que era ella quien debía adaptarse al sistema, pues era ella quien estaba llegando.
Con la conciencia que tiene sobre los asuntos públicos, Angie es todo menos ajena al desafío de política pública que implica para Colombia recibir a tantos migrantes. Me sorprendió que tuviera tan presente el número: “Es un desafío porque en Colombia hay alrededor de 2.5 o 3 millones de migrantes venezolanos. Entonces, claro, es complejo. No es lo mismo hace unos años que había menos migrantes que ahorita”. Por eso, no deja de agradecerle a Bogotá. Por un lado, por darle la independencia pues en Caracas vivía con su familia y migrar ha sido sinónimo de independencia y libertad. Por otro lado, dice que aunque han sido unos meses agridulces, le agradece a Colombia.
“Le agradezco a Colombia acoger tantos venezolanos porque de verdad que somos muchísimos los que estamos acá. Sé que hay muchos que estamos en plan de seguir apostando por nuestro país pero igual hacer el bien en el lugar en el que estamos.”
Con lo reciente de su llegada a Bogotá, Angie ha podido relacionarse con más venezolanos migrantes y dice que solo tiene dos amigos colombianos. La emociona y la motiva que haya más venezolanos felices de vivir en Bogotá porque lo ve como un buen pronóstico de lo que le espera a ella también. Es consciente de la realidad de muchos venezolanos, que están siendo acogidos por fundaciones y que no han tenido tantas posibilidades como ella.
“Yo siento, gracias a dios, que yo vivo la migración desde el privilegio. Con un trabajo, con un lugar donde vivir, con vida social gracias a Dios. Y sé que hay muchos venezolanos que no. Sé que Colombia ha sumado esfuerzos para darle la regularización a los venezolanos y si bien es un proceso que tiene sus deficiencias, creo que el simple hecho de hacer una política pública para el venezolano es un paso muy grande y es algo que tenemos que agradecer como venezolanos”.
Siendo consciente de su privilegio pero haciéndole diariamente frente a los retos de adaptarse a una nueva ciudad, Angie nos contó que lo que más le gusta de Bogotá o de Colombia es lo marcada que tiene su historia y la cantidad de eventos culturales, museos y exposiciones que mantienen vivo el recuerdo de esa historia. No deja de sorprenderle (y no gustarle) lo fríos, distantes y hasta independientes que percibe a los bogotanos, pero tampoco deja de agradecer por la bienvenida que ha recibido en Bogotá. Al preguntarle por el mensaje que le daría tanto a venezolanos como a colombianos (y bogotanos), la clave fue la empatía. Ojalá más personas escuchemos y le hagamos caso.
“Para el caso de Bogotá, primero, agradecerles porque no es fácil para el pueblo colombiano recibir en su país 3 millones de migrantes venezolanos y creo que tenemos que ser muy agradecidos con eso.”
“Pero de forma general mi consejo para ambos lados, tanto para el colombiano como para el venezolano es practicar siempre la empatía porque no siempre es fácil. No es fácil para el migrante verse solo en otro país y entiendo al colombiano, tampoco es fácil recibir a tantas personas en su casa. Mi recomendación es poner en práctica la empatía de lado y lado. [...] Los colombianos y los venezolanos somos pueblos hermanos y estamos conectados por nuestra historia entonces siento que tenemos que tener bastante gratitud, desde el punto de vista del venezolano”.
- Mariana Rozo Paz